BsAs/Argentina (Por Alessandra Minnicelli (foto).- Hemos tratado muchas veces en este espacio las nociones de Políticas Públicas y Responsabilidad Social que surgieron en las últimas décadas del siglo XX, como conceptos que deben ser convergentes y complementarios.
Ambas, en el origen, en la definición, en la formulación y para dar legitimidad al cumplimiento de sus objetivos, deben mirar el entorno, mirar el territorio y contar con la participación necesaria de los actores interesados.
Como se trata de una formulación de economía con Rostro Humano (como enseña Amartya Sen), el óptimo es que tengan objetivos coincidentes, – convergentes o complementarios – para alcanzar sociedades más inclusivas y equitativas para el Bien común. En ambas acciones el proceso es similar comienzan con la identificación del problema y la construcción de los caminos de solución. Vendrá luego la verificación de cumplimiento de metas, las construcciones de indicadores para ello y el reporte del que surgirá si los objetivos lograron cumplirse en lo que la realidad demanda.
Por tratarse de una construcción social, la reflexión y la evaluación practica deben ser claros y llevarse adelante mediante procesos estratégicos, como forma de crear Valor Social para la comunidad.
Conocer la problemática y sus múltiples interrelaciones para comprometerse con los escenarios sociales reales, depende de un adecuado dialogo entre todas las partes que desde FORS (Fundación Observatorio de Responsabilidad Social) graficamos con una “roseta” donde en cada vértice ubicamos inicialmente a los Gobiernos Locales, a las Universidades, a los sindicatos, a las cooperativas y a las organizaciones de la sociedad civil y a las empresas y entidades financieras. El esfuerzo debe centrase en incorporar estos temas en las propuestas educativas, en todos los niveles, donde se contemple la formación teórica y práctica en Políticas Públicas y en Responsabilidad Social. En nuestro trabajo con el Observatorio de Responsabilidad Social para América Latina y el Caribe (ORSALC) de la Unesco pudimos ver que muchas Universidades cuenta, grado y post grado en estos temas y que aún falta el involucramiento sistémico del resto de los actores que incorporamos en nuestro grafico “Roseta”, falta aún mucho camino por delante desde la conciencia y el conocimiento de nuestros dirigentes.
La tarea educativa debe encararse desde el nivel inicial , creando conciencia de estos temas que van más allá de las cuestiones ambientales o de protección del ambiente, para que esta nueva forma de organización social, económica y política sustituya el modelo capitalista y cree una nueva cultura donde la cohesión social y sus relaciones con la economía y la sociedad transiten por caminos donde el sentido de bien común den sentido a un nuevo modelo de vida, donde los intereses individuales o sectoriales y la competitividad, puedan leerse en clave con el bienestar general de la comunidad. Buscando entender que los valores que ordenan nuestras acciones individuales son los que hacen posible la vida en común en una sociedad. Como afirman muchos pensadores sociales ,entre ellos Aldo Schlemenson[1], son las prácticas éticas las que hacen posible enfrentar la incertidumbre o inseguridad entre los diferentes actores sociales, generan confianza y relaciones sólidas; y es allí donde cobra un papel fundamental la función de los buenos dirigentes, quienes deben definir y consensuar la misión y visión del Estado y del resto de las organizaciones y su conducta debe ser ejemplificadora, coherente con los principios que dicen sostener.
(1) Schlemenson, A. Crisis y valores en las organizaciones. En Revista Nº 13 – ENOIKOS. En busca de la Ética Perdida. Año IV. – UBA. Facultad de Ciencias Económicas