Con esta columna, realiza su debut en LaColumnaNOA, el poeta Gaston Espeche,quien utiliza con cierta ductilidad recursos de la retórica como el sarcasmo para describir un hecho o el personaje de esa historia. Quiero agradecer su generosidad por la donación de su libro Literalgias, compilación de relatos de una sociedad decadente, enfocada en personajes paradigmáticos ligados al escozor emergente de la marginalidad, como dice la escritora y crítica literaria Beatríz Martínez.
Salta/Argentina ( Por Gastón Espeche(1).- Al final la Sabri me hizo caso y renunció. Se demoró un rato largo; dos años y medio de pandemia, che. No obstante, ahora mis inquietudes radican en el motivo de su repentina pero no sorprendente alejamiento de la Secretaría. Esto me dio lugar a pensar, a descifrar. Y bueno, tras tres minutos y medio de bucear por Google, Instagram, WhatsApp y Facebook (las formas de investigación actuales) me di cuenta de que todos los caminos conducen a Roma o mejor dicho a la Orquesta Sinfónica de Salta. Y es más que evidente ¡Te metiste con los juglares de la corte!
Sí, lo he dicho.
El miércoles pasado 25 de mayo hubo Cabildo Abierto en el Teatro Provincial de cuyo nombre no quiero acordarme. Y mientras afuera los pregones hacían percutir sus cuerdas vocales al grito de: ¡Medias, soquetitos! ¡Palitos de selfie! ¡Barbijos cinco por cien! ¡Calzoncillos, boxers, vidrio templado! Adentro, que era donde yo estaba (porque yo también soy un vecino) percutían las cuerdas de los instrumentos finamente afinados al resguardo del frío, del hambre y la desocupación.
¡Qué orgullo tener una sinfónica! Todos los presentes de pie, con la frente en alto cantando el himno nacional de los vecinos ¡Libertad, Libertad, Libertad! pero la única libertad que conozco es Libertad Lamarque y no me gustó tanto. Faltó que tocaran el himno a las islas Faulkands (perdón, Malvinas) y ya teníamos el acto de séptimo grado.
De pronto, callan los bronces para que suban los miembros de la Junta: el secretario de no sé qué, la ministra de allá, el ministro de acá. Algunos emponchados. El desfile de menciones, premios, galardones, y agradecimientos ha comenzado. Todo al compás del metrónomo del acto político: el aplauso. Este fue el concierto del aplauso.
Cánepa fue un trémulo mi menor de cierta gente del público. Las maestras (que habían muchas) no le siguieron el ritmo.
La directora de la orquesta fue un estruendoso acorde de palmas a lo Beethoven. Si habrá ido Bettina o su secretaria, da lo mismo porque noté un desfasado ritmo entre el pullman y los de la platea. Ensayen chicos antes, por favor.
El eterno y omnipresente folklore arrasó en el clapoteo de los espectadores. Uno sabe que la rompió cuando hay algunos que gritan: “¡otra, otra!” Como focas. Y la frutilla del postre, el aplauso a los muchachos de la orquesta a la salida. Conmovedor.
¿Y así pensó Sabrina Sansone meterse con semejante estructura? ¿Arraigada desde hace siglos, a sangre, a fuego? Ahora que la Sabri ni nadie más que tenga dos dedos de frente será ya una amenaza para la Sinfónica, orgullo provincial, podemos seguir yendo a ver sus funciones. Porque es nuestra, porque vienen de afuera a dirigir, porque tocan lo más exquisito de la música occidental. Y no eso que escuchan los pendejos que no saben nada de cultura.
¡Aplaudan! Sabrina Sansone.
(1) Escritor/Poeta/Bohemio/Profe de Inglés/Columnista de LaColumnaNOA/Contacto: +549387-4628296.