Salta/Argentina (Por Fernando Barbarán (1).- El 1 de octubre de 1949 Mao Tse-tung estableció la República Popular de China. Desde esa fecha hasta el presente, el gigante asiático experimentó una serie de reformas del modelo socialista, que, sin abandonarlo, rompió los viejos mitos occidentales y hoy China es una potencia mundial en constante crecimiento.
El Partido Comunista y la búsqueda por la recuperación de la dignidad China. Para empezar a hablar de la revolución en el milenario país asiático, debemos remontarnos al Siglo XIX cuando la hambruna y la miseria abundaban en China. Las Guerras del Opio, producto de la introducción del alucinógeno por parte de Inglaterra, Francia y Estados Unidos a China para poder realizar intercambios comerciales, generaron grandes problemas en la sociedad. La indignación popular y las rebeliones fueron constantes hasta principio de Siglo XX, todas provocadas por el descontento general contra la influencia comercial, política, religiosa y extranjera en China. Sus grandes riquezas eran hurtadas por empresas extranjeras y la fuerza de su pueblo eran humillados por el lujo imperial que defendía el atraso en el desarrollo para poder seguir cobrando impuestos irrisorios que les daban los mercaderes ingleses. Sin embargo, el principio para los acontecimientos en el proceso revolucionario se puede considerar la insurrección de Xinhaien en 1911 que acabó con dos mil años de dinastías imperiales y fundó la China republicana. El referente de esta transformación fue Sun Yat Zen, fundador del Partido Nacionalista Chino quien había conspirado por mucho tiempo para derrocar a la dinastía Manchú. Pero la república fue sacudida desde el principio por los partidarios del autoritarismo y los partidarios de la democracia parlamentaria que derivó en enfrentamientos armados.
China continuaba sin descanso: levantamientos políticos, golpes de caudillos regionales, pronunciamientos militares. En 1918, cuando termina la Primera Guerra Mundial, el gobierno chino otorga sorpresivas y humillantes concesiones a Japón, como ser la entrega de territorios, el control de los ferrocarriles y la metalurgia. En Pekín, Shangai y Cantón, estudiantes, obreros e intelectuales protestan contra las decisiones tomadas respecto a Japón. En 1920 llegan enviados de Lenin para ayudar a coordinar los esfuerzos revolucionarios y se crea el Partido Comunista Chino. En la fundación de este partido aparece un joven campesino e idealista llamado Mao Tse-Tung, quien se entusiasma con las ideas marxistas. En 1922 se propicia una fusión entre los nacionalistas y los comunistas para luchar juntos por la injerencia extranjera, pero no durará mucho. En 1927 Chiang Kai-shek, líder del Partido Nacionalista Chino Kuomintang manda a matar sindicalistas, obreros y personas vinculadas al comunismo. Comienza una guerra civil entre el Partido Nacionalista que queda a cargo del gobierno, con Chiang Kai-shek ocupando diversos cargos y un frente amplio dominado por militares, comerciantes, clase media intelectual y burguesía en general, contra el Partido Comunista Chino, liderado por Mao Tse-tung y apoyado por el movimiento obrero y el campesinado.
Chiang Kai-shex busca y encuentra el apoyo de Estados Unidos y occidente, mientras que los comunistas, se apoyan en las clases trabajadoras y reciben apoyo de la Unión Soviética. En 1934 Chiang Kai-shek lanza un ejército de un millón de hombres contra las guerrillas de Mao Tse-tung quienes, al no poder vencer y para evitar ser aniquilados, inician la “Larga Marcha”, un recorrido de unos doce mil kilómetros entre el oeste y el norte de China que duró un año, para internarse en las regiones más agrestes. Esta retirada estratégica dirigida por Mao Tse-tung será la epopeya que demostrará la invencibilidad del pueblo chino convencido de llegar a la victoria. Y como si no fueran pocos los problemas, en 1937 el ejército japonés invade China y se inicia la Segunda Guerra Chino-Japonesa que durará ocho años, hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Durante la guerra civil, los nacionalistas habían conquistado espacios y territorios para mostrar a sus aliados occidentales su dominio del país. Pero en las ciudades, los ejércitos nacionalistas se desmoralizan y pierden eficiencia. Chiang Kai- shek había rechazado siempre las reformas sociales y políticas necesarias para modernizar a China y mejorar las suertes de las clases trabajadoras. El gobierno nacionalista, minado por la corrupción y la inflación, solo contaba con tropas desacreditadas, donde los soldados eran maltratados por sus oficiales y el reclutamiento era una tragedia. Mientras tanto, los comunistas del Ejército de Liberación Popular, adoptaron la guerra de guerrillas evitando las batallas regulares, golpeando al enemigo y manteniéndose en constante movimiento. Pero sobre todo, su trabajo político al interior de las masas campesinas va dándoles a sus tropas una fuerza moral que hace que el reclutamiento sea un honor y permite resistir a las principales carencias y dificultades.
En septiembre de 1948, el Ejército de Liberación Popular dirigido por Mao Tse- tung y con el apoyo de un Ejército Soviético experimentado, lanza en el noroeste la mayor ofensiva de su historia y en dos meses se apodera de Manchuria. Estos avanzaban confiscando tierras y redistribuyéndolas entre el campesinado. En noviembre de ese año comienza la batalla decisiva de la guerra en lo que sería la derrota definitiva de Chiang Kai-shek: la campaña de Huai-hai. En esta, medio millón de soldados nacionalistas fueron cercados entre unos ciento cincuenta kilómetros alrededor de las principales ciudades chinas. Los intentos de los nacionalistas de romper el cerco fueron inútiles. Para enero de 1949 las fuerzas de Mao Tse-tung tenían la superioridad en guerrillos, recursos y moral. El Ejército Popular de Liberación entra en Pekín el 22 de enero de 1949; finalmente, el 1 de octubre de ese año, Mao Tse-tung proclama la República Popular China. Comienza así un proceso de profundas reformas revolucionarias con el objetivo de devolverle la dignidad al milenario pueblo chino. La ONU reconoce a la República Popular de China recién en el año 1971.
Años de Mao Tse-tung en el poder
Mao Tse-tung apenas ascendió al poder quiso reconstruir el país y crear una sociedad igualitaria y revolucionaria. En un primer momento, se distribuyeron las tierras de los campesinos. Pero los problemas de producción, la especulación de los productos agrícolas y el contexto de la Guerra Fría obligaron al poder chino a recurrir al modelo soviético: colectivización de las tierras, nacionalización de los medios de producción y centralización del poder. Mao quería afirmar la grandeza china. Por eso, en mayo de 1958, en una gigantesca utopía voluntarista, lanzó el Gran Salto Adelante, incitando a cada chino a “abandonarlo todo” para desarrollar la producción industrial y superar a los países ricos (a occidente por supuesto, pero también a la Unión Soviética). Así pues, el Partido Comunista Chino puso en marcha una serie de reformas para resucitar la economía. Pero, por temor a la aparición de una nueva clase adinerada, Mao inició la Revolución Cultural en mayo de 1966. Asimismo, buscó asumir el control del Partido Comunista con el pretexto de “devolver el poder al pueblo” derrocando las jerarquías, rompiendo las burocracias y eliminando las elites. La Revolución Cultural no solo provocó un fuerte entusiasmo en China, sino también en Occidente. Los Jóvenes Guardias Rojos, sobre todo colegiales y universitarios, sirvieron de forma activa a la revolución. Acorralaron a los desviacionistas y a los contrarrevolucionarios, confiscando sus casas y exigiéndoles una autocrítica pública. En el apogeo de este clima de persecución, Mao decidió enviar millones de Guardias Rojos al campo. Esto tuvo como consecuencia la desorganización de la economía renaciente y una hambruna desmedida. A pesar de todo China logró desarrollarse. Durante los años de Mao Tse-tung, tuvo un crecimiento anual del 2,9%. El analfabetismo, que comprendía un 80% de la población en 1950, descendió a un 16% en 1978. Gracias a la mejora de las condiciones de higiene, a un mejor acceso al agua potable y a la construcción de centros de salud, la esperanza de vida al nacer pasó de 41 a 66 años en el mismo periodo. Estas ventajas permitieron a China establecer importantes reformas económicas después del fallecimiento de Mao en 1976.
Socialismo con características chinas
Mao Tse-tung falleció en 1976 y su sucesor fue Deng Xiaoping, un funcionario del Partido Comunista Chino que fue ascendiendo en el poder. Se lo reconoce como el “Arquitecto de la China Moderna” por implementar una serie de reformas al modelo económico al cual él mismo denominó el “Socialismo con características chinas” e introdujo sus teorías en la constitución. La reformas de Deng Xiaoping estuvieron orientadas a la apertura de la inversión extranjera y la habilitación a los emprendedores chinos a iniciar empresas nacionales. Sin embargo, la industria, el petróleo, la explotación de los recursos naturales y los servicios públicos continuaron en manos del Estado. De 1978 a 2010, la República Popular de China experimentó un crecimiento sostenido, con un aumento de la economía del 9,5% anual. China se convirtió en la segunda economía más grande del planeta, después de la de Estados Unidos, si nos guiamos por el PBI; pero en la primera si nos basamos en la paridad de poder adquisitivo entre sus habitantes. La sociedad china no es la misma que vivió los años revolucionarios de Mao, pero el crecimiento y la reducción de la pobreza no se alteran desde aquellas épocas.
Partido Comunista Chino
El Partido Comunista gobierna China desde 1949 con un sistema de partido único. El Secretario General del Partido es también el Presidente de la República, Presidente de la Comisión Militar y de la Asamblea Popular Nacional. La constitución dice que solo puede tener dos mandatos, cada uno de cinco años. Además, no puede ser mayor de sesenta y ocho años para iniciarse en la carrera política. Cada diez años se renueva el Comité Central del Partido Comunista Chino. Actualmente el partido tiene unos noventa millones de afiliados, el doble de la población argentina. El 25% de estos miembros tiene menos de treinta y cinco años y un 50% tiene entre treinta y seis y sesenta años, según las estadísticas oficiales. Quienes se afilian son, por supuesto, personas con intereses en una carrera en la administración pública y afinidades con las ciencias políticas. Los ingresantes son generalmente hijos e hijas de funcionarios comunistas, intelectuales y jóvenes universitarios, pero solo los de mejor promedio. El mismo partido en sus escuelas internas habla que su objetivo es construir un “partido de la excelencia”, claro, porque en realidad están formando los dirigentes estatales del futuro. Una vez que se ingresa al Partido Comunista Chino es obligatorio realizar las formaciones de esta institución política. Los planes de estudio incluyen, por supuesto, las grandes obras del marxismo, pero así también conceptos sobre la administración pública, finanzas estatales, educación, salud, sistema legislativo, dirección de personal, política exterior, religión, entre otras áreas principales del gobierno. El partido no escatima ningún gasto en dictar estos cursos y, a diferencia de lo que se cree, cuenta con la participación de grandes formadores del occidente y del liberalismo económico, además de los profesores teóricos que defienden las bases del marxismo. El sistema de ingreso está pensado además en garantizar el acceso a personas del interior de China, que inician su carrera en el comunismo desde sus ciudades natales en su juventud. Esto permite equilibrar el acceso a cargos en el gobierno entre los comunistas de las grandes ciudades que tuvieron más facilidades de estudio y los comunistas del interior que conocen otras realidades de la República Popular. De todas maneras, por su magnitud, el partido no está exento de los conflictos que acarrean una elite gobernante y cierta liberalización de la economía. Uno de los mayores desafíos de las escuelas de formación en la actualidad es trabajar en la reducción de la corrupción y evitar que se siga expandiendo. Así mismo, la justicia (que es la misma que la del partido) realiza un trabajo ejemplar cuando hay que sancionar estas conductas. Sin embargo, no deja de ser una problemática en ascenso en la China actual. No obstante, la dirección del Partido Comunista del gobierno de la República Popular China es la responsable de la planificación económica estatal que, más allá de sus adaptaciones, demuestran que el socialismo funciona.
(1) Columnista en La Columna NOA/Columnista en Radio Novgorod/ferbarbaran@hotmail.com/Contacto: +543875206852