Salta/Argentina (Por Ezequiel Beto Rojas (1).- Los resultados electorales en Argentina son productos de escenarios previos. No gano el macrismo, el gobierno perdió votos, con lo cual eso demuestra que se van acabando las opciones políticas. La transición global también abre debates en el país, el abstencionismo podría transformarse en un voto reaccionario si no discutimos con la estrategia antipolítica pero no se pude discutir con el discurso de la clase política.
Escenario número uno: La peor campaña electoral
El 2021 trajo consigo una de las peores campañas electorales desde la vuelta de la democracia. Así como las sociedades no son las mismas, la política tampoco. A medida que pasan los años electorales también se van desfigurando las formas de presentar a los candidatos, tanto en discurso, slogan, vestimenta, formatos de actividades públicas, etc. La irrupción de los programas televisivos donde abundan panelistas variados tratando temas de importancia nacional con total banalidad y análisis muy superficiales emitiendo opiniones desde el punto de vista personal y subjetivando todo lo que sucede, aceleran el proceso de mediatización de lo político además de construir una red simbólica de opinión publica que se replica en la audiencia generando la famosa formación de opinión. En efecto, la política es culpable de esto también, básicamente porque han privilegiado construir una imagen a la medida de esta sociedad del espectáculo que es el resultado de la posmodernidad, donde la superficialidad se impone sobre lo complejo de lo profundo. En este caso la superficialidad de esta campaña electoral alcanzo su mayor intensidad. Por un lado, la candidata del Frente de todos, Victoria Tolosa Paz hablando del “garche” peronista y por el otro la candidata de Juntos, María Eugenia Vidal, colocando en posición de clases el consumo de Marihuana. Volvemos al punto, atrapadas por la superficialidad de los temas, cayeron en la trampa de dar una imagen más canchera, y de ultima, para el periodismo lo que importa es el que el rating convence. Hay una realidad y es que la posmodernidad trajo debates más superficiales, pero menos violentos que los de la modernidad. Tampoco tienen contenidos ideológicos. Hoy la única opinión que no está permitida es la que aburre. Caso curioso de esta posmodernidad es la de Javier Milei que paradójicamente es el menos posmoderno de todos los candidatos, incluso podríamos decir que es el más violento e intolerante, pero sabe combinar su formación ideológica y académica con la frivolidad televisiva, con lo cual le permite en última instancia ser una novedad para los tiempos que corren y apropiarse de una base social olvidada como es la del conservadurismo porteño, vacío desde la desaparición de la UCD de Alsogaray. El caso de Facundo Manes es otro aspecto a analizar porque desde hace algunos años viene recorriendo varios programas de tv, escribiendo columnas en diarios de importancia y podría haber sido presentado en algún momento como un Outsider ( como Javier Milei, hombres que no son de la política y críticos de la clase política), explicando desde su formación profesional el comportamiento de la sociedad y de las crisis desde la neurociencia, fomentando un discurso que iban desde la unidad nacional hasta reformas educativas y revoluciones éticas y morales. Los mismos medios que lo convocaban para hablar son los mismos que dibujan una realidad superficial de esos temas, sin embargo, la presencia de Manes fue construida para mostrar una imagen novedosa, sin tantos ideologisismos y sin comprometer intereses partidarios, un candidato a fin para la antipolítica. De todos modos, su ingreso a Juntos para competir en internas con Diego Santilli, como candidato al radicalismo, dejo ver que Manes nunca hablo desde la neutralidad si no desde un lugar claramente político. En concreto, hoy los diseños de las campañas electorales están cada vez más frivolizadas y estudiadas para despolitizar a la sociedad, en consecuencia, la grieta kirchnerismo – macrismo podría ser de aguas profundas, pero es puro snorkel, lo que deja a sugerir que no son ellos si no lo que vende la disputa. Tanto Cristina Fernández como Mauricio Macri representan en última instancia lo mismo, encuadrar a la Argentina dentro del capitalismo internacional, solo que uno desde el neodesarrollismo y otro desde el neoliberalismo. Solo la espectacularidad periodística los hace parecer distintos, siendo ambos líderes contemporáneos a una sociedad cada vez más liquida.
Escenario número 2: La antipolítica como opción
El concepto antipolítica no es nuevo, fue utilizado por Gaetano Mosca a principio de los años 20 para describir y denunciar a las castas burocráticas y políticas de Italia, manifestando el derecho privilegiado que esta gozaba asemejándola con los viejos sectores aristocráticos. La denuncia del carácter indebido de los privilegios políticos que Gaetano Mosca puso en evidencia fue el contenido ideológico de los grupos reaccionarios en toda Europa, incluso del nazismo. ¿Qué expresa esta propaganda antipolítica como arma de seducción y que impide observar? Sin dudas constituye un problema meramente de manipulación de quienes suelen montarse sobre la denuncia no para mejorar la sociedad sino para anular la mediación política y legitimar el ejercicio de la dominación capital. La pandemia como estado de transición general coloca en la centralidad varios temas, uno de ellos es la antipolítica, el negacionismo, el estado permanente de conflicto. Cuando se decretó en Argentina el confinamiento estricto el presidente de la nación contaba con un apoyo inédito de 80 % de imagen positiva, sin embargo, al poco tiempo, el 30 de marzo de 2020, distintos grupos opositores agitaron la marcha antipolítica con el reclamo de que los salarios de los representantes políticos debían acompañar el esfuerzo colectivo. Por supuesto que la política no supo comprender en ese momento el desafío que implicaba absorber estos reclamos y así permitió la apertura a una nueva grieta que fue diseminando la imagen del presidente. Los escándalos del vacunatorio vip y las fotos recientes del presidente con un conjunto de personas en un festejo de cumpleaños en su casa durante la pandemia dieron el poder de convicción de pertenecer a un grupo al que no le corresponde las generales de la ley. La medición sin embargo no es igual en el caso de empresarios o figuras del espectáculo que violaron una y otra vez las restricciones de circulación, a la política se la mide distinta. Y se la mide porque va direccionada. Daniel Feirenstein, sociólogo, doctor en ciencias sociales de la Universidad de Buenos Aires e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) explico el comportamiento social durante la pandemia analizando el sentido de disputas por las representaciones de la realidad que emergieron y como la negación y proyección cumplieron mecanismos de defensas de la sociedad como dos estructuras psíquicas. Básicamente lo que explica es que la negación es una respuesta a la muerte, a la perdida de seres queridos o de transformación de la vida cotidiana. Este mecanismo de auto defensa desconoce el hecho concreto como tragedia y negarlo es una reacción natural. Cuando se racionaliza se convierte en negacionismo y se transforma en teoría, por ejemplo, que el virus no existe, que las muertes no son tantas o que la gente se va a morir igual. Por otro lado, la proyección recae sobre el enojo y encuentra desvió en el odio, buscando culpables, dirigiendo ese malestar hacia un tercero, en este caso a la política o peor tomando tintes xenófobos contra extranjeros. Qué quiere decir todo esto? que el gobierno no tuvo el conocimiento sociológico para conocer los comportamientos sociales para gestionar la pandemia. El negacionismo y la antipolitica formaron el caldo de cultivo perfecto para que personajes como Javier Milei, José Luis Espert, Juan José Gómez Centurión o Patricia Bullrich salgan a pescar en ese estanque. Se construyeron relatos alrededor de la antipolítica, uno de ellos fue la que acompaño a la imagen de Mauricio Macri, que al pertenecer al sector empresarial su situación patrimonial ya estaba resuelta y que podía gobernar de modo más eficiente y sin corrupción. Lo que escondían estos relatores justamente es que Macri fue el máximo exponente de la patria contratista y pertenecía al sector empresarial que construyo su riqueza precisamente de corromper al Estado. El nuevo relato ahora desprende más virulencia sobre el imaginario del trabajador o comerciante independiente agobiado por la presión impositiva y es que la política es parasitaria, corrupta, una tendencia que reviste de peligrosidad al señalar a Myriam Bregman con ataques antisemitas o directamente con arengas para terminar con “los zurdos de mierda”. Hay condiciones objetivas y subjetivas que proyectan un espacio antipolítica en el mediano o largo plazo. La crisis recesiva e inflacionaria, la pauperización de importantes fracciones que se autoperciben de clase media, el divorcio de la política a las necesidades reales de la población, el temor a la prolongación del confinamiento. De todos modos, todo esto constituye un debate dentro del clima de época. Las elecciones pasadas desnudaron todas estas condiciones. El abstencionismo en la elección fue grande, lo que no podemos afirmar es si la abstención se debió al rechazo político, pero si podemos analizar como genera la percepción de una casta política que se siente por encima de la población, y como estas ideas son históricamente representativas de sectores sociales que han germinado ideologías como el fascismo o nazismo.
Escenario número tres: el abstencionismo
El siglo XXI trajo a la política Argentina una pauperización de los partidos políticos. Se puede entender que la crisis económica y social del 2001 marcó un antes y un después en la forma del quehacer político. Los partidos tradicionales como lo conocíamos dejaron de ser herramientas para transformarse en sellos casi inutilizados. No estamos hablando de una modernización de los partidos si no que su papel ha quedado reducido. Antonio Gramsci utilizo un concepto que muy bien podríamos usarlo para este caso y es el del transformismo, qué quiere decir esto? que bajo un proceso gradual de cooptación se integran a grupos sociales o políticos a un mismo sistema hegemónico dominante con el objetivo de transformar a esas estructuras dentro de algo nuevo. Y allí se abre otro concepto, también gramsciano, que es el cesarismo, una suerte de equilibrio entre dos fuerzas A y B, con perspectivas de mantener un esquema genérico donde no exista un C, donde puede ocurrir que A derrote a B o B derrote a A o que se destruyan recíprocamente, pero que expresan una situación en que ambas mantienen el equilibrio orgánico. Sin dudas Argentina está en este proceso, tenemos dos fuerzas políticas constituidas, el kirchnerismo y el macrismo, las dos mantienen un equilibrio táctico. Y los partidos tradicionales, Justicialistas y Radicalismo, absorbidas por ambas. Que es lo que sucede, no hay lugar para la existencia de un C. Al mismo tiempo que se consolidaba esta dualización del sistema político se retroalimentaba y potenciaba, una creciente distancia de la sociedad con la política también fue en ascenso, tal vez por la pérdida de identidad política. Aunque resulta difícil cuantificarlo de manera exacta, resulta importante ver como el desánimo electoral fue creciendo en la última elección. Por ejemplo, en Misiones la participación electoral paso del 79% al 60%; en Rio Cuarto del 62% al 50%; en Jujuy del 80% al 70%; mientras que en Salta en condiciones epidemiológica normales paso del 73% al 64% y Corrientes paso del 80 al 65. Si comparamos el padrón electoral en 2019 con respecto a 2021 podemos ver que en las presidenciales habían 33.848.339 empadronados y una participación del 76.04 % con una abstención del 23.96 %. En 2021 hubo un empadronamiento de 34.385.460 de votantes, de cuales 23.230.194 fueron a votar, con una participación del 67% y una abstención del 32.45 %. Sería prácticamente precoz pensar que existe en Argentina un giro derechista en el votante o que el abstencionismo tiene carácter de “voto protesta”; también hay que reconocer que en las PASO el votante no asiste masivamente, de todos modos, comparando los números con años anteriores el aumento fue significativo. Esta situación bien podría combinarse con la estrategia antipolitica, básicamente porque el aumento a abstenerse crece y porque la identidad política del electorado ha cambiado. Las dos fuerzas políticas más votadas de la Argentina se construyen sobre la base de la identificación y el rechazo. La identidad política del votante macrista siempre ha sido en rechazo al kirchnerismo, sobre el espanto a la continuidad de Cristina Fernández, y en cambio el kirchnerista lo hacía sobre la identificación propia, más estructura sobre su propia liturgia. Hoy pareciera que el votante K vota sobre el espanto a la vuelta de Macri. Este abstencionismo en crecimiento en teoría parecería estar más ligado al hartazgo a ambas fuerzas políticas dominantes, a esta estructura política que se ha consolidado en las últimas dos décadas. El peligro de eso es que el votante que se abstiene puede caer en la trampa de la estrategia antipolitica.
Escenario número 4: La taba esta en aire
Los resultados electorales arrojados en las ultimas PASO bien podrían ser relativamente transitorias, más que nada por la poca participación, porque ya no van a ver otras listas que resten votos y porque siempre una elección general es más convocante y definitiva. Sin embargo, como también hemos visto en elecciones pasadas, las PASO se convierten en una gran encuesta nacional y por lo general no se modifican mucho los resultados. Podríamos también decir que la elección plebiscita lo hecho hasta aquí por el gobierno. Restarle importancia (como muchos lo han hecho) a los resultados de las PASO, seria de un error profundo, básicamente porque el mismo gobierno no se lo ha restado y lo hemos visto con todo el circo interno que ocurrió, entre disputas, pases de facturas, cambios de gabinete, etc. De todas formas, esta elección demuestra síntomas, en medio de una transición global de la que Argentina no está exenta. Hoy existe en Argentina un espacio para discutir con la antipolitica, que se va hacer en materia de desarrollo sostenible, como se moderniza la estructuras de partidos, que rol van a cumplir los sindicatos, los empresarios, que tipos de acuerdos hay que establecer, como en materia social se gestiona la pandemia, cual son los lazos de cooperación y solidaridad que existen; el papel de la antipolítica si existe en la Argentina de hoy es porque ha encontrado un nicho donde llevar su discurso, fomentado desde el odio. Es una época de transición donde las elecciones a mediano plazo no resuelven nada si no la de garantizar únicamente el proceso democrático y en última instancia avalar la supervivencia política de los espacios en disputa. La discusión de fondo está en otro lado y es la de poder advertir que las causas de la crisis actual son acumulativas de otros años y que la pandemia las ha desnudado por completo, y que sus consecuencias son imprevistas. La elección ha reflejado en ese marco el desánimo total y la falta de respuestas hacia adelante. Este proceso de transición sin dudas va a traer más debates, más tensiones, posiblemente se agudicen las reacciones negativas ante el gobierno y no sabemos aún si podemos o no tener un rebrote del virus. Con lo cual estamos enfrentando un panorama incierto. En esa incertidumbre no hay espacio para discutir con un sector social que no recibe planes sociales ni tarjeta alimentar, pequeños comerciantes golpeados por el aumento de los servicios con el macrismo pero perjudicados también por las restricciones sanitarias. Docentes que sufren la destrucción material y simbólica de sus condiciones de trabajo y que tuvieron que verse obligados a reconvertirse con la virtualidad; empleados de comercio, cuentapropistas, operarios, entre muchos otros… el enojo con la clase política va más allá del voto coyuntural. Y esto hay que observarlo y hay que tener métodos y formas para discutir.
(1) Investigador del Centro de estudio Nuestro Tiempo/Salta y Columnista de LaColumnaNOA/Entrevistas: +5491141791649